Los idiomas se apoderaron de Herminia Páez Prado (ella/elle, she/they) cuando era pequeñe. Ella intentaba vivir una vida monolingüe normal, pero en casa de sus primes solo se veían dibujos en inglés y pronto empezó a asistir a clases. Pero los idiomas no pararon ahí, querían más. Para cuando llegó a la adolescencia la habían convencido de transcribir canciones, traducir fansubs, mangas para poder compartirlos con sus amigues, libros que iba traduciendo en voz alta para compartirlos con sus acompañantes cuando estaba de viaje… Durante la carrera de Filología Árabe empezó a estudiar cuatro idiomas y un dialecto nuevos. Cuando se licenció, los idiomas pensaron que ya estaba, que ya era suye. Se equivocaban, Herminia optó por otro camino laboral y los idiomas tuvieron que esperar hasta 2011 para volver a tentarla. La atrajeron a un máster de traducción e interpretación para servicios públicos. Allí decidió que su pasión era ser traducter literarie. Entonces la traducción audiovisual, harta de llevar toda la vida tentándola y que no parara de escurrírsele entre los fotogramas, la zarandeó hasta que al fin le prestó atención. Desde 2013, un año después de acabar el máster, Herminia trabaja profesionalmente como traducter audiovisual autónome.
Aún poseída por el espíritu de los idiomas, Herminia espera pacientemente que le directer del próximo taquillazo de ciencia ficción animada queerfeminista le envíe un email ofreciéndole hacerle rique. Mientras espera, va traduciendo taquillazos como Chernobyl, Suzume o The White Lotus, productos audiovisuales con contenido queer como Betty, We’re Here o Transhood, documentales como Daughters of Destiny o The Defiant Ones que le ganaron respectivamente un premio y una nominación en los Premios ATRAE, y un buen puñado de series de anime.
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